Miguel Calvo
Tecnologia de los Alimentos
Facultad de Veterinaria
Miguel Servet 177
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Introducción
Los minerales son compuestos químicos, en los que se encuentran presentes todos los elementos naturales, y por lo tanto su manipulación en un yacimiento o en una colección presenta los riesgos generales inherentes a la manipulación de cualquier producto químico. Afortunadamente el coleccionismo de minerales se extiende cada día más, pero también son cada día más las personas, incluidos niños, que están en contacto con materiales potencialmente peligrosos sin saberlo. Una actitud sin temores exagerados, pero también con algunas precauciones, es sin duda la adecuada. En estas páginas se indican los principales riesgos que presentan los minerales. Debe tenerse en cuenta que la lista de minerales peligrosos no es exhaustiva, por lo que el que un mineral no sea mencionado aquí no significa en absoluto que sea inofensivo. El conocimiento de su composición permitirá en general formarse una idea acerca de sus propiedades.
Ya en el siglo XVI, el alquimista Paracelso, el primero que describió un método para el aislamiento del arsénico, sostenía que "sólo la dosis hace el veneno". En cantidades grandes, cualquier substancia representa un riesgo. La halita, la vulgar sal de cocina, puede causar la muerte de una persona que ingiera, de una vez, la cantidad que corresponde al tamaño de un ejemplar no muy grande de colección, y sin embargo no se la considera habitualmente un mineral venenoso. Esto debe tenerse en cuenta cuando se examinan las listas de substancias que se consideran como un riesgo para la salud en la industria. La misma halita, el talco o el carbonato cálcico están considerados materiales con riesgo. Las cantidades que maneja un coleccionista de minerales, y la forma en que lo hace, no son equivalentes, y por lo tanto tampoco lo son los peligros que corre.
En la mayoría de los casos, además de la toxicidad propia de los elementos químicos constituyentes del mineral, debe tenerse en cuenta su solubilidad. Para que un elemento ingerido pueda resultar efectivamente tóxico es necesario que se absorba en el tubo digestivo, y para eso debe estar en forma soluble. Por ejemplo, la witherita, (carbonato de bario), se disuelve en el medio ácido del estómago y el bario, elemento muy tóxico, pasa al organismo. La baritina, (sulfato de bario) es extremadamente insoluble, y por tanto prácticamente inofensiva, utilizándose por ejemplo en medicina como contraste en radiografías del aparato digestivo. También depende del estado de agregación del mineral. Un ejemplar pulverulento se disolverá siempre más fácilmente que uno compacto o que un cristal.
Desde el punto de vista del riesgo para los niños hay que tener en cuenta así mismo el aspecto atractivo del mineral, que tenga colores vivos, o que pueda confundirse con una golosina, así como la menor dosis necesaria para causar un efecto peligroso.
Minerales venenosos
Los minerales de arsénico son los más importantes de entre éstos, tanto por su abundancia como por su elevada toxicidad, y siempre deben manejarse con precaución.
Todos aquellos que son solubles, como los óxidos y los arseniatos de metales alcalinos y algunos de los alcalinotérreos son muy peligrosos, deben manejarse con extremo cuidado y no dejarse nunca al alcance de niños.
Entre estos minerales están la arsenolita, claudetita (poco más de 100 miligramos de cualquiera de ellos pueden causar la muerte), farmacolita, picrofarmacolita, weilita, bukowskita, guerinita, haidingerita, rauenthalita, hoernesita, mcnearita ...
Al disminuir la solubilidad, disminuye el riesgo, pero otros arseniatos, como la escorodita, eritrina o annabergita, y sulfuros como oropimente y rejalgar, exigen aún adoptar ciertas precauciones. En el extremo de la escala de peligrosidad de los minerales con arsénico están minerales como el la arsenopirita (mispiquel) o la mimetita, con los que basta el sentido común. Aún así, siempre teniendo en cuenta que se trata de minerales de arsénico.
Debe tenerse en cuenta también la presencia de minerales peligrosos "camuflados". Por ejemplo, la alteración por la acción de la luz del rejalgar produce óxidos de arsénico, así como la oxidación del arsénico nativo, y ya hemos dicho que su solubilidad los hace muy peligrosos. La arsenopirita, al aire libre en las escombreras o expuesta al agua en las galerías mineras, se altera fácilmente, formando una costra que incluye arseniatos más o menos solubles. Por lo tanto debe tenerse cuidado especialmente con los materiales de escombreras que contienen minerales de arsénico (no sólo filones de sulfuros; el mispíquel abunda también en algunas pegmatitas), no comiendo ni fumando sin lavarse antes las manos.
Son especialmente peligrosos los antiguos hornos de tostación y sus chimeneas, conductos, etc., que pueden estar recubiertos de una gruesa capa de óxidos de arsénico. En algunas escombreras o minas de carbón en las que se ha producido una combustión espontánea pueden aparecer también óxidos o sulfuros de arsénico.
El antimonio es un pariente próximo del arsénico. Aunque es menos venenoso, debe tenerse cuidado especialmente con los minerales pulverulentos llamados a veces ocres de antimonio, producto de alteración sobre todo de la estibina. Entre ellos están la cervantita, senarmontita, estibiconita, bindehimita y otros, que abundan en las escombreras de las minas de antimonio. Estos minerales representan un riesgo adicional cuando los ejemplares de antimonita se tratan con ácidos para eliminar la calcita que la acompaña, y a veces engloba completamente los cristales. En primer lugar se forman compuestos de antimonio solubles y venenosos. Pero además puede formarse el hidruro de antimonio, un gas muy tóxico. Este compuesto se forma en presencia de metales atacables por el ácido que se está usando, como por ejemplo el hierro, por lo que nunca deben emplearse objetos metálicos (recipientes, pinzas, etc.) cuando se limpien con ácido minerales de antimonio. El bismuto, tercer miembro de esta familia, no suele representar un riesgo serio debido a su relativamente baja toxicidad y la insolubilidad de sus minerales.
Como ya se ha dicho antes, la solubilidad es decisiva en el caso del bario. Los minerales solubles, como la witherita, alstonita y baritocalcita pueden ser peligrosos, sobre todo en forma pulverulenta. Lo mismo sucede con los fluoruros. La villiaumita es muy venenosa, y su color rosa y su exfoliación hacen que un niño pueda confundir ciertos ejemplares con un caramelo. Una pieza de ese tamaño puede resultarle mortal. La fluorita, en cambio, no requiere evidentemente ninguna precaución especial en su manejo.
Los minerales solubles de hierro y cobre, como la calcantita y melanterita, son relativamente venenosos, y de hecho causan intoxicaciones de niños con cierta frecuencia, probablemente al confundir sus cristales (artificiales en la mayor parte de los casos) con caramelos. La calcantita es especialmente peligrosa, ya que tiene un sabor metálico dulzón que no resulta especialmente desagradable, así como la melanterita. Este último material (de origen artificial) es una de las causas importantes de intoxicaciones infantiles en Estados Unidos. Otros minerales de hierro son menos tóxicos y en muchos casos su sabor es suficientemente repugnante como para que la cantidad ingerida, y el riesgo corrido, no resulte muy grande.
Un científico especialista en alimentos escribió una vez que, a dosis excesivas, todo puede resultar nocivo, incluso el amor de una madre. Lo mismo puede decirse de la halita, silvina, carnalita, sulfatos y carbonatos de sodio, y potasio, nitratos, y fosfatos y boratos solubles, que en general no representan un riesgo cuando se encuentran en una colección de minerales, aunque los boratos (de los que unos cuantos gramos pueden ser letales para un niño) tienden a acumularse en el organismo, y los nitratos unen a una cierta toxicidad la posibilidad, en determinadas circunstancias de intervenir en la formacion de nitrosaminas, substancias reconocidas como cancerígenas.
Los llamados "metales pesados" son todos venenosos, pero en la naturaleza se encuentran en general en forma de minerales muy insolubles, y los ejemplares de colección no suelen representar un riesgo. El plomo es el más importante, por su gran difusión, debiendo adoptarse algunas precauciones en casos de ejemplares pulverulentos, como suelen ser los de minio, coronadita (mineral más común de lo que parece) y algunos de cerusita o anglesita. La anglesita es relativamente soluble en agua (casi un gramo en dos litros), pero se disuelve muy lentamente. La cotunnita es aún más soluble, pero muy rara. El carbonato de plomo pulverulento, conocido cbn el nombre de albayalde, equivalente a la cerusita, y utilizado antiguamente para la gfabricación de pinturas, ha producido muchos millares de intoxicaciones, y cientos de muertes. El riesgo de intoxicación aguda por plomo puede ser también importante en el caso de beber agua de las corrientes o filtraciones de una mina, una barbaridad evidente pero más común de lo que se pensaría a primera vista. La manipulación de compuestos de plomo durante mucho tiempo puede dar lugar a intoxicaciones crónicas, ya que este metal tiende a acumularse en el organismo.
El talio es un elemento muy peligroso, por su toxicidad aguda y por los riesgos a largo plazo, ya que también se acumula en el organismo. Sus minerales (como la lorandita, raguinita, pierrotita y galkhaita) son raros, pero deben manejarse con precaución, sobre todo si están acompañados de productos de alteración pulverulentos, que se forman fácilmente.
El cadmio es también tóxico, con efectos acumulativos semejantes a los de otros metales pesados, pero incluso más difícilmente reversibles. El único mineral relativamente frecuente de este metal es la greenockita, que es ligeramente soluble en agua y además aparece prácticamente siempre en forma pulverulenta. Aunque este materiall, artificial, se utilizó antiguamente incluso para colorear jabones, los datos de la bioacumulación de cadmio en los riñones son cada vez más preocupantes, de modo que también es preferible ser cuidadosos en este caso.
En el caso de la pirolusita, y en general de los óxidos de manganeso, su peligrosidad no está tanto en su contenido de manganeso como en su acción oxidante y en la posibilidad de que forme cloro con el ácido clorhidrico del estómago. Su habitual aparición en forma pulverulenta incrementa también sus riesgos al aumentar su reactividad.
El mercurio representa un caso especial. Sus compuestos solubles son muy venenosos, pero extremadamente raros en la naturaleza. Sin embargo el propio mercurio metálico es un tóxico acumulativo por inhalación. Aunque no lo parezca, las pequeñas gotitas de mercurio se evaporan (muy lentamente, claro está) pudiendo pasar a través de los pulmones al sistema nervioso. Allí se acumula, pudiendo ocasionar en casos extremos trastornos neurológicos gravísimos e incluso la muerte. Los ejemplares con mercurio nativo deben guardarse pues en cajas herméticas, y el cinabrio u otros minerales, limpiarse muy cuidadosamente hasta eliminar cualquier rastro de mercurio, incluyendo el presente en las grietas, y sellándolas si esto no es posible. El calomelanos, al alterarse por la acción de la luz, forma mercurio metálico y cloruro mercúrico, también conocido como "sublimado corrosivo", un producto muy peligroso. Esto debe tenerse en cuenta al manipular ejemplares antiguos de este mineral.
El selenio es el elemento en el que la dosis indispensable y la que resulta tóxica están más próximas, siendo la primera sólo diez veces más grande que la segunda. En algunas zonas, su presencia en la hierba, que lo capta desde el suelo, hace que ésta resulte nociva para el ganado. Usualmente, los minerales de selenio algo solubles no pasan del tamaño de "micromounts", pero no obstante su toxicidad debe tenerse presente.
Minerales cancerígenos
Aunque afortunadamente son relativamente pocos, uno de ellos, o más bien una familia, el asbesto, está muy difundido. El mas peligroso es el llamado "asbesto azul" o crocidolita, pero ningún componente de la familia está exento de riesgos. El peligro está en el paso a los pulmones de fibras diminutas de estos minerales, producidas en la extracción o limpieza de ejemplares. Cuanto más pequeñas son las fibras, mas peligrosas resultan. En consecuencia deben adoptarse precauciones, evitando procesos como el serrado de piedras en seco, o utilizando mascarillas en trabajos en minas en las que esté presente este mineral. Debe tenerse en cuenta la existencia de asbesto "invisible", por ejemplo en ejemplares de serpentina, incluso en los de calidad de talla. Es preferible que los piroxenos y anfiboles fibrosos (del tipo de la bisolita) estén en cajas cerradas. Un material peligroso, que debe manejarse con cuidado, es la magnesioriebeckita que acompaña a los cuarzos azules de algunas ofitas, Dentro del urazo es obviamente inofensiva, pero cuando forma masas fibrosas deben extremarse las precauciones. Los ejemplares con este material deberían conservarse en recipientes cerrados, para evital la liberación de partículas al aire.
La carcinogenicidad de los silicatos depende en gran parte de las carecterísticas físicas de las fibras, de tal forma que otros silicatos también pueden ser peligrosos. La erionita, una zeolita, es también carcinógena por inhalación, y consecuentemente debe manejarse con cuidado. En algunas zonas de Turquía se producen muchos casos de mesotelioma por la presencia de esta zeolita en el suelo, y el uso para el recubrimiento de paredes de materiales que la contienen. No existen evidencias de que otras zeolitas fibrosas también lo sean, pero aún así, es razonable tener un poco de cuidado con ellas. Gran parte de los silicatos fibrosos menos comunes no se han estudiado en absoluto.
En general, respirar polvo de cualquier mineral puede resultar muy nocivo para la salud. En las minas en activo se toman usualmente las precauciones adecuadas, que deben extrapolarse a las actividades de recolección de minerales en minas abandonadas, escombreras, etc., y a la preparación y manipulación de los ejemplares.
Algunos derivados de metales como el cromo o el níquel se consideran como factores de riesgo de cáncer en toxicología industrial. Sin embargo, en el caso de ejemplares mineralógicos, las especies comunes son extremadamente insolubles o no están en el estado químico necesario, mientras que las que podrían ser cancerígenas (por ejemplo, la lopezita) son sumamente raras.
Minerales radiactivos
El uranio es por si mismo un elemento tóxico, afectando especialmente a los riñones, lo que debe tenerse presente al manejar sus minerales. Además, tanto sus minerales como los de torio presentan básicamente tres tipos de riesgos debidos a la radiactividad. Estos riesgos son la irradiación externa, la irradiación interna por ingestión y la irradiación interna por inhalación de los productos de fisión del radón.
El primer riesgo no suele ser excesivamente serio por varias razones. En primer lugar, una parte importante de la emisión del uranio y torio es en forma de partículas alfa. Su poder de penetración es muy reducido, deteniéndolas en su mayor parte una pequeña capa de aire, o una hoja de papel. Por supuesto, el propio mineral detiene todas las que proceden de su interior. Además, al disminuir la radiación recibida con el cuadrado de la distancia, simplemente colocando los ejemplares en la parte más interior de los cajones o vitrinas se reduce mucho la dosis. Evitando actuaciones evidentemente imprudentes, como coleccionar muestras de tamaño grande y muy ricas, almacenar muestras duplicadas debajo de la cama, llevarlas en el bolsillo, o convertir la casa en una "anomalía radiactiva", como cierto coleccionista americano, cuyo desván fue detectado en una campaña de prospección aérea de minerales de uranio, la irradiación externa no es muy preocupante.
La irradiación interna por ingestión puede evitarse no comiendo ni fumando mientras se manipulan los minerales, lavándose las manos después, etc. Como en el caso de la toxicidad, la solubilidad del mineral, y su grado de división, resultarán también importantes. Afortunadamente, en este caso muchos minerales con tendencia a aparecer en forma pulverulenta, como la carnotita, son también muy insolubles.
La emisión de radón puede ser el mayor riesgo de los minerales radiactivos. Este gas es un producto de desintegración del radio que a su vez lo es de la del uranio. En los minerales primarios antiguos, estos elementos están en equilibrio, mientras que en los secundarios, más modernos en general, es posible que el contenido de radio y la emisión de radón sea menor. El torio también emite radón en su desintegración, pero otro isótopo diferente. El radón es un gas químicamente inerte, con una vida corta. El riesgo principal aparece cuando se desintegra, dando lugar a isótopos químicamente muy reactivos y de vida relativamente larga, que se unen a cualquier partícula presente en el aire (procedente, por ejemplo, del humo del tabaco) y pueden así alcanzar e irradiar los pulmones. Se considera que esta irradiación es un factor de riesgo importante en la aparición del cáncer del pulmón. Las medidas de precaución a adoptar pueden ir desde guardar los minerales radiactivos en lugares ventilados a hacerlo en recipientes herméticos.
Dado que el humo del tabaco actúa de forma combinada con los productos de desintegración del radón, una forma muy razonable de reducir el riesgo global es dejar de fumar. Si a la reducción de riesgo se une la estimación del ejemplar de colección (o de los libros, o de los viajes de búsqueda) que uno puede comprarse cada año con el valor del tabaco que quema, la elección para cualquier fumador está clara: Pasar a ser ex-fumador.
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